rezando en la montaña

sábado, 30 de noviembre de 2013
viernes, 29 de noviembre de 2013
Las propuestas del papa Francisco para anunciar el evangelio en el mundo actual
Publicado el 26.11.2013
Publicada la ‘Evangelii gaudium’, primera exhortación
apostólica del papa Francisco
MIGUEL ÁNGEL MORENO | La exhortación
apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo
actual, es el primer documento del que es único responsable el papa Francisco,
tras la encíclica Lumen fidei escrita “a cuatro manos” en el que
Bergoglio tan solo aportó algunos matices a un trabajo completamente elaborado
por su antecesor, Benedicto XVI.
En este documento, Francisco ofrece una visión
motivadora e interpelante acerca del espíritu misionero y evangelizador de
la Iglesia, a partir de una transformación misionera en la que no rehúye un
análisis de la sociedad actual y ofrece claves para el anuncio evangélico en el
mundo actual.
En este anuncio se hace especial hincapié en dos
cuestiones sociales, como son “la inclusión social de los pobres” y “la
paz y el diálogo social”, para incluir como colofón la influencia del Espíritu
Santo en el anuncio misionero y el ejemplo de la Virgen María como “Madre de la
Iglesia evangelizadora”.
La exhortación está estructurada en una introducción y
cinco capítulos: “La transformación misionera de la Iglesia”, “En la crisis del
compromiso comunitario”, “El anuncio del Evangelio”, “La dimensión social de la
evangelización” y “Evangelizadores con espíritu”. A continuación, ofrecemos
algunos extractos de los puntos principales de cada capítulo.
“Un evangelizador no debería tener
permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor”.
Introducción: La alegría del Evangelio
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y
abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que
brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en
los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su
amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también
corren ese riesgo, cierto y permanente” (n. 2).
“El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia
auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier
persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las
necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla”
(n. 9).
“Por consiguiente, un evangelizador no debería tener
permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, ‘la dulce
y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre
lágrimas (…) Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces
con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros
del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante
todo en sí mismos, la alegría de Cristo’” (n. 10)
“Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los
cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien
impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un
horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por
proselitismo sino «por atracción»” (n. 14).
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo,
para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje
y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado
para la evangelización del mundo actual
más que para la autopreservación”.
Capítulo I: La transformación misionera de la Iglesia
“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos
misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y
festejan. ‘Primerear’: sepan disculpar este neologismo. La comunidad
evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en
el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la
iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los
cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de
brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del
Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!” (n. 24)
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo,
para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda
estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización
del mundo actual más que para la autopreservación” (n. 27)
“En su constante discernimiento, la Iglesia también
puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo
del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no
son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido
adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en
orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del
mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy
eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como
cauces de vida” (n. 43).
“Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo.
Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes
y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y
manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y
la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (n. 49).
“Hoy tenemos que decir
no a una economía de la exclusión y la inequidad.
Esa economía mata”.
Capítulo II: En la crisis del compromiso comunitario
“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro
para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una
economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. (…) Hoy todo entra
dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al más débil. (…) En este contexto, algunos todavía defienden
las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico,
favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor
equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido
confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad
de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del
sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”
(nn. 53 y 54).
“El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la
Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda
trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento
del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del
relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la
etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios. (…) El
individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que
debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y
que desnaturaliza los vínculos familiares” (nn. 64 y 67).
“Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de
algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar
cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a
morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por
diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en
la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o
tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas
otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado
el Dios hecho hombre” (n. 76).
“Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal
y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a
realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso
que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por
ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren
en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los
sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal” (n. 81).
“La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de
apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar
de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (n. 91).
“Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las
mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma
dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se
pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones,
como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión
que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si
se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder. No hay que
olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal ‘nos encontramos en el
ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad’. El sacerdocio
ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo,
pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos” (n. 194).
“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia
gratuita,
donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado
y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” .
Capítulo III: El anuncio del Evangelio
“Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran
proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la
humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo
nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten,
que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que
ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse
acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”
(n. 114).
“En virtud del Bautismo recibido, cada
miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt
28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia
y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería
inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores
calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones.
La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los
bautizados” (n. 120)
“La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no
responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el
sentido a la celebración. Es un género peculiar, ya que se trata de una
predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente,
debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase” (pto. 138).
“Otra característica es el lenguaje positivo. No dice
tanto lo que no hay que hacer, sino que propone lo que podemos hacer mejor. En
todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor
positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica
o el remordimiento” (n. 159).
“Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene
un rol fundamental el primer anuncio o ‘kerygma’, que debe ocupar el centro de
la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El
kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas
y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y
nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista
vuelve a resonar siempre el primer anuncio: ‘Jesucristo te ama, dio su vida
para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para
fortalecerte, para liberarte’” (n. 164).
“Nadie puede exigirnos que releguemos la religión
a la intimidad secreta de las personas,
sin influencia alguna en la vida social y nacional.
Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo”.
Capítulo IV: La dimensión social de la evangelización
“Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la
intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social
y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad
civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos.
¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco
de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una
auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un
profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor
detrás de nuestro paso por la tierra” (n. 183).
“La necesidad de resolver las causas estructurales de la
pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener
resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la
vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes
asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como
respuestas pasajeras.Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los
pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la
especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no
se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La
inequidad es raíz de los males sociales” (n. 202).
“¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de
entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las
raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política,
tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de
la caridad, porque busca el bien común (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más
políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los
pobres!” (pto. 205)
“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con
predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos
e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en
orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo
legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar
alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar
su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta
defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier
derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e
inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin
en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta
convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los
derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias
circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para
reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la
miramos desde la fe, ‘toda violación de la dignidad personal del ser humano
grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del
hombre’” (n. 213).
“Precisamente porque es una cuestión que hace a la
coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona
humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta
cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un
asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’. No es progresista
pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es
verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que
se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como
una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida
que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto
de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto
dolor?” (n. 214)
“La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de las
ciencias. Al contrario, se alegra e incluso disfruta reconociendo el
enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana. Cuando el desarrollo de
las ciencias, manteniéndose con rigor académico en el campo de su objeto
específico, vuelve evidente una determinada conclusión que la razón no puede
negar, la fe no la contradice. Los creyentes tampoco pueden pretender que una
opinión científica que les agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemente
comprobada, adquiera el peso de un dogma de fe. Pero, en ocasiones, algunos
científicos van más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimitan
con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia.
En ese caso, no es la razón lo que se propone, sino una determinada ideología
que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero” (n. 243).
“Un sano pluralismo, que de verdad respete a los diferentes
y los valore como tales, no implica una privatización de las religiones, con la
pretensión de reducirlas al silencio y la oscuridad de la conciencia de cada
uno, o a la marginalidad del recinto cerrado de los templos, sinagogas o
mezquitas. Se trataría, en definitiva, de una nueva forma de discriminación y
de autoritarismo. El debido respeto a las minorías de agnósticos o no
creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las
convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones
religiosas. Eso a la larga fomentaría más el resentimiento que la tolerancia y
la paz” (n. 255).
“La misión en el corazón del pueblo
no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar.
Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme.
Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.
Capítulo V: Evangelizadores con espíritu
“Una evangelización con espíritu es muy diferente de un
conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se
tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y
deseos. ¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa
evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el
fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no
arde en los corazones el fuego del Espíritu” (n. 261).
“La misión en el corazón del pueblo no es una parte de
mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de
la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero
destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este
mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de
iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera
de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo
ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y
la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente
buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser
pueblo” (n. 273).
“Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está
María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo
posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre
de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu
de la nueva evangelización. (…) Hay un estilo mariano en la actividad
evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos
a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la
humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que
no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes” (nn. 284 y 288).
jueves, 28 de noviembre de 2013
PAPA FRANCISCO- SACERDOCIO-MUJERES
VATICANO, 26 Nov. 13 / 01:02 pm (ACI).-
En su primera exhortacion apostolica titulada “Evangelii Gaudium” (El Gozo del Evangelio),el Papa Francisco resalta que “el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristia, es una cuestion que no se pone en discusion”.
En el numeral 104 del capitulo 2, el Santo Padre afirma que “las reivindicaciones de los legitimos derechos de las mujeres, a partir de la firme conviccion de que varon y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafian y que no se pueden eludir superficialmente”.
Seguidamente establece que “el sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristia, es una cuestion que no se pone en discusion, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder”.
“No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal ‘nos encontramos en el ambito de la funcion, no de la dignidad ni de la santidad’.
El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos. La configuración del sacerdote con Cristo Cabeza –es decir, como fuente capital de la gracia– no implica una exaltación que lo coloque por encima del resto”.
En la Iglesia, explica luego el Papa, “las funciones 'no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros’. De hecho, una mujer, María, es mas importante que los obispos. Aun cuando la función del sacerdocio ministerial se considere ‘jerarquica’, hay que tener bien presente que ‘esta ordenada totalmente a la santidad de los miembros del Cuerpo místico de Cristo’”.
Francisco asegura asimismo que “su clave y su eje no son el poder entendido como dominio, sino la potestad de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí deriva su autoridad, que es siempre un servicio al pueblo”.
Aquí, prosigue la reflexion, “hay un gran desafio para los pastores y para los teologos, que podrian ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer alli donde se toman decisiones importantes, en los diversos ambitos de la Iglesia”.
Luego de meditar sobre la urgencia de una adecuada pastoral juvenil, especialmente cuando en muchos lugares escasean las vocaciones, el Papa recuerda que es importante seleccionar bien a los candidatos al sacerdocio.
“No se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si estas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico”, precisa.
Para leer la exhortacion completa, ingrese a:
miércoles, 27 de noviembre de 2013
martes, 26 de noviembre de 2013
lunes, 25 de noviembre de 2013
domingo, 24 de noviembre de 2013
Discurso de William Wallace, (Corazon Valiente)
Nelson Mandela: "No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo"
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